Para entrar a la cancha como espectador solo hace falta pagar la entrada, para entrar a la cancha como policía hace falta tener años de formación, que incluyen vocación de servicio, criterio para decidir en situaciones difíciles, entre otros tantos aspectos. Teniendo en cuenta esto pregunto, cuando un incidente comienza en una tribuna ¿quién de los dos está más capacitado para finalizarlo?.
RECIBIMOS Y PUBLICAMOS
Siempre que hay un lío se habla de los enfermos que hay en el fútbol, y es cierto, el miércoles vi con mis propios ojos a muchos arrancar butacas y tirárselas a la policía, pero vi a muchos más, que tuvieron que huir de la colombes bajando al talud y saliendo por la América, porque la policía que allí estaba para protegerlos estaba ocupada sosteniendo una batalla campal (y que tuvieron en su poder finalizar en más de una ocasión) para demostrar quién es el más fuerte.
Cuando salí y caminaba rumbo a Av. Italia un coche blindado subió con sirena abierta a toda velocidad desde el lado de la América, y comenzó a dar vueltas en la rotonda de manera insólita y peligrosa, al parecer porque pensó que las 3000 personas que caminaban en ese momento por el lugar eran todos violentos.
Todos vimos las imágenes de subrayado de la situación del fotógrafo Alejandro Moreira, que primero fue intimidado y amenazado por los policías allí presentes, luego agredido y reducido por cerca de 7 oficiales, lo arrojaron al piso, lo esposaron y lo arrastraron mientras otros 2 se movían sincronizadamente para ocultar la situación a las cámaras. No hay nada que quisiera más que alguien me ayude a encontrar la razón de esto, que puede haber dicho el Sr. Moreira que las cámaras no captaron (porque hacer se ve claramente que no hizo nada), que provocaran la reacción de los oficiales para tratarlo como un delincuente peligroso cuando hasta un niño de 5 años se daría cuenta que se trataba de un fotógrafo haciendo su trabajo.
Nuevamente tuvimos que acostumbrarnos a recibir maltrato y desprecio ya desde la entrada, y no hablo de los cacheos, hablo (y con propiedad por haberlo vivido en mi persona) de agresiones y amenazas, verbales y físicas, uso excesivo de la fuerza como primera opción en lugar de apaciguar y conciliar como creo yo debe ser lo que se inculca en años de formación. No me gusta que me hagan sentir que cuando estoy en la fila para entrar sos un delincuente más y me traten como tal, tengo derecho a ser respetado como un ciudadano.
Y todo esto porque desde hace un tiempo el Sr. Ministro llegó a la conclusión que la forma de desterrar a los violentos de las canchas es siendo aun más violento, pagaría millones por saber en qué basó su razonamiento para llegar a esta conclusión, que ejemplos encontró en el mundo moderno de situaciones como esta que se resolvieran con actitudes como esta, yo no conozco ninguna. Y por eso nos tuvimos que acostumbrar nuevamente a ver las tribunas repletas de oficiales que durante todo el partido se encargan de intimidar con marchas y formaciones de choque de un momento a otro y sin ninguna razón, con miradas amenazantes y actitudes agresivas, con destrato a todos sin distinción y que ante la mínima situación están autorizados -y hasta en ocasiones parece que motivados- a repartir palo, no hasta que se termine sino hasta que ellos consideren necesario. Se paran en medio de la tribuna para con un claro lenguaje corporal decir «acá estamos y somos más fuertes que uds., no me interesa que me respetes, solo quiero que me tengas miedo».
¡Esa no es la policía que queremos! Me crie como muchos en una época oscura de nuestro país, en la que se respiraba el miedo a la policía, en la que un uniformado era un ser superior y podía hacer contigo lo que quisiera, y me llevó muchos años borrar esa sensación pero cuando lo logré y me di cuenta me sentí muy bien, hoy camino por la calle y ver un uniformado me inspira confianza, agradecimiento, seguridad, hoy día veo a un ser humano que muchas veces arriesga hasta su propia vida por sus conciudadanos, que me merece el mayor de los respetos pero por sobre todo me genera orgullo, pero parece ser que los estadios son otro mundo, apenas entro vuelvo a sentir lo que sentí hace años, no tengo garantías que el oficial que está parado a 4 filas de mi supuestamente para protegerme, llegado el caso tenga claro quién es quién.
Vengo de una familia de tradición policial y esto me llena de orgullo, a tal punto que creo que es mayor el dolor que la bronca por lo que está pasando. Como muchos, no se cual es la solución, pero de lo que si estoy seguro es que mientras quienes deben apaciguar sean aun más violentos que los violentos, y ante la duda de reprimir a pocos o proteger a muchos opten por lo primero, vamos por mal camino.
RECIBIMOS Y PUBLICAMOS de Darwin Socio 14.135.