Existen hechos que han quedado marcados en la mejor historia del fútbol uruguayo, e incluso –en este caso- en la del deporte mundial y continental, y sin embargo no son reconocidos como se debiera, en una maniobra claramente intencional tendiente a que queden en el olvido. El que nos convoca en el día de hoy es –aunque a muchos les pese- la mayor demostración de fidelidad de una hinchada hacia su equipo, la más clara muestra de amor por sus colores, ocurrida hace exactamente 44 años. EL SEGUNDO ÉXODO TAMBIÉN FUE TRICOLOR…
Por Julio Cifuentes
En nuestra permanente lucha por honrar la historia de nuestro club, hoy recordamos un hecho que seguramente volverá a emocionar a los mayores de 50 años, sino –ojalá- sirva para aportarle a los menores de esa edad. Todos celebramos, cada 6 de agosto como lo haremos dentro de una semana, la conquista de la segunda Copa Libertadores de América ante el Internacional de Porto Alegre con aquel golazo de Waldemar Victorino de cabeza, tras pase corto de “Cascarilla” Morales y centro del “Chico” Moreira, pero con menor frecuencia recordamos lo que pasó una semana antes, cuando nuestra hinchada protagonizó aquella movilización masiva que se denominó “el segundo éxodo del pueblo oriental.”
La historia comenzó, sin demasiadas pretensiones, los primeros días de febrero de 1980. Es más, arrancó muy complicada, en medio de una mini crisis deportiva que obligó a decisiones duras y apuestas arriesgadas; Nacional había dejado escapar el Campeonato Uruguayo de 1979 y debió apostar todas sus fichas a la Liguilla para lograr su clasificación a la Copa: el 26 de enero se realizaron elecciones en el club y resultó electo como presidente Don Dante Iocco.
Dos días después de asumir la nueva Directiva se jugó el clásico de la Liguilla, que le daba el título a Nacional (y con ello la clasificación al evento continental) con solo empatar, pero perdimos y debimos jugar una final frente a Defensor, en la que también caímos. Las dos derrotas llevaron a que Nacional debiera jugar otro clásico por la clasificación a la Libertadores; los dirigentes decidieron cesar al técnico argentino Pedro Dellacha y designar como técnico interino a Juan Martín Mugica junto al Profesor Esteban Gesto, y el novel entrenador realizó algunos cambios en el equipo que venía jugando, confiando la titularidad a los “veteranos” Juan Carlos “Cacho” Blanco y Julio César Morales – luego a Víctor Espárrago también-, y el inolvidable “Cascarilla convirtió los dos tantos para la victoria ante el rival de todas las horas 2 a 0, en partido donde también alinearon –entre otros- Adán Machado, Miguel Caillava y Juan Carlos Ocampo.
Con la victoria que le permitió a Nacional pasar a la Copa Libertadores comenzó la “era Mugica – Gesto”, que revolucionó la forma de jugar en nuestro continente, y se inició la campaña conocida por todos, eliminando en primera fase a Defensor, Oriente Petrolero y The Strongest de Bolivia, luego al Olimpia de Paraguay y a Cobreloa de Chile en las semifinales, debiendo disputar la final ante Inter En Porto Alegre.
Aquel equipo que todos recordamos de memoria, con Rodolfo Rodríguez en el arco, José Hermes Moreira, “Cacho” Blanco, Hugo De León y Washigton González en el fondo, Víctor Espárrago, Eduardo De la Peña y Arcenio Luzardo en el medio, Alberto Bica, Waldemar Victorino y “Cascarilla” adelante, con varios hombres que completaban un plantel reducido pero aportaban lo suyo cuando les tocaba entrar, como “El Toro” Wilmar Cabrera, Denis Milar, Dardo Pérez, José Rosauro “El Porteño” Cabrera o Héctor “Indio” Molina, comenzó a motivar a los hinchas cada vez más a medida que avanzaba en el torneo, y terminó de cautivar en las semifinales con dos goles “a domicilio” del pequeño Dardo Pérez, hoy técnico del fútbol femenino.
El penúltimo día de julio era el día fijado para el primer duelo ante los rojos “gaúchos” en Río Grande Do Sul, y seguramente, como lo hicieron en cada cancha donde jugó, un puñado de hinchas acompañaria a Nacional en suelo brasileño, pero las horas previas empezaron a sorprender a todos quienes circulaban en uno u otro sentido por la Ruta 9, hacia o desde el este. Cuarenta y ocho horas antes del partido, el asombro de los aduaneros en la frontera del Chuy era total: uno y otro coche cruzaba a tierra brasileña, al igual que decenas de buses repletos de hinchas tricolores; los kilómetros que separan Montevideo de Porto Alegre se tiñeron de tres colores durante las horas previas a la final, y el máximo colorido estalló en las tribunas del estadio, con miles y miles y miles de bolsilludos alentando a su equipo.
Más de 20 mil hinchas llegaron a ver la primera final de esa Copa Libertadores de 1980. Alentaron la ilusión de la segunda conquista y se trajeron un empate que serviría para quedarnos con el trofeo una semana después.
Hoy recordamos un hecho que nunca nadie pudo igualar, y que ya no podrá volverá a ocurrir, de acuerdo a las nuevas disposiciones que existen, sobre todo a la cantidad de localidades que se disponen para los hinchas visitantes en cotejos de esta naturaleza.
Ell “segundo éxodo del pueblo oriental”, la mayor demostración de fidelidad hacia un club de sus hinchas.
Salud y felicitacones tricolores!!!! La historia no se compra … se hace y se escribe, aunque algunos quieran olvidarla.