Un 24 de diciembre, pero hace 60 años…el bolso le regalaba al equipo del año trece, un lindo presente Navideño.
Casi sin querer, de pronto desembocamos en 18 y Yi… en la vereda del bar Facal, se festejaba bebiendo cerveza en abundancia. Cualquiera diría que era verano..y no el atardecer de un 16 de Julio de 1950; hacía tres escasas horas que el mono Gambetta había agarrado la pelota con la mano dentro del área de Uruguay. ¿Penal en la hora para Brasil? Nooo, el juez había pitado el final con la pelota en el aire… Hasta un veranillo en pleno Julio se asociaba a la fiesta; eran las horas más felices, de un país felíz.
Las mieles del cuarto título mundial de Uruguay, en forma invicta desde 1924, diluyeron durante un tiempo las rivalidades
internas. Incluso las primeras fechas del campeonato local no estaban rodeadas del fervor y fanatismo normal. Pero de golpe, se instaló lo que era lógico: quien ganara el torneo de ese año seria el Campeón en el país de los campeones.
Recuerdo, desde mis cinco años de aquel momento, las discusiones de los mayores: que «miseria» García era lento, que Atilio llegaba siempre tarde, que cabeceaba muy poco, lejos de ser el formidable goleador de antes; que Peñarol tenía más equipo, y cuando llegaran las decisivas, con Ghigia, Hohberg,Miguez, Schiaffino y Vidal en la delantera, y Obdulio de «centrojas», eran campeones sin despeinarse. Y así fue transcurriendo el campeonato, muy parejo en puntaje, pero con la convicción generalizada del desenlace a favor de los manyas.
Finalmente llego el gran día: Domingo, 24 de Diciembre, Nochebuena, clásico final por el Uruguayo, a las seis de la tarde… Hoy suena raro, otra época, otro país.
La imagen de Julio Pérez, corriendo frente a la Platea América, revoleando la blusa en su mano derecha, luego de hacer el gol del empate en la reserva, es mi primer recuerdo de aquella calurosa tarde. Julio, campeón mundial, y según muchos, el mejor jugador de Uruguay en Maracaná, estaba radiante de alegría por hacer un gol en el
clásico de reserva. Sin duda, era un gran tipo.
Y empezó la gran final. Primer tiempo, en el área de la Ámsterdam, un jugador de Nacional, medio encorvado, entre varios defensas de Peñarol, puntea la pelota, rastrera y contra un palo: 1 a 0. Todos a mi lado festejaban. Segundo tiempo: quienes me rodeaban, mi padre y sus amigos, miraban el reloj ansiosamente, apurándolo a que corriera mas rápido. Continuamente consultaban la hora, mirándose el reloj pulsera una y otra vez. De pronto, corner para Nacional, sobre el arco de la Colombes, que ya se sumergía en la sombra. Pelota que cae en el área, defensa de Peñarol que despeja, y desde la media luna, de sobrepique un delantero de Nacional que la clava en el ángulo superior izquierdo… Y ahí si, se desato el gran festejo. Después, la vuelta olímpica, y la llegada a mi casa, ya casi de noche, con la mesa de Nochebuena adornada con aquellos banderines de Nacional hechos en paño lenzi…
Así lo viví yo, a mis seis años. Este relato es un fiel reflejo de mis vivencias. Después me entere que el «encorvado» del
primer gol, y el sobrepique del segundo era José «miseria» García, que se había llevado a Obdulio pasear por el out Ball y que Rosello Ambrois y Martino la habían hecho de goma.
Peñalva, Santamaria,Gambetta; ,Roldán, Washington Gómez y Cajiga; Rosello, Ambrois, Martino, Jose «miseria»García y Orlandi .
Gloria por siempre, a estos campeones en el país de los campeones del mundo.

Por Juan Antonio Venditto
PASIÓN TRICOLOR
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