EL ÚNICO CLÁSICO HASTA AHORA SIN PÚBLICO FUE UNA HAZAÑA DEL DECANO
La primera final del Campeonato Uruguayo de 1934, jugada el 27 de mayo, es recordada por algunos como la de «el gol de la valija», por una curiosa jugada en la que atacaba el equipo nacido en 1913, en la que la pelota salió de la cancha por la línea de fondo, pero rebotó en la valija del kinesiólogo de Nacional Juan Kirschberg y volvió a la cancha inmediatamente; por las dudas, aprovechando la irregularidad, el aurinegro Braulio Castro empujó el balón a la red convirtiendo un gol totalmente ilícito.
El árbitro del cotejo, Telésforo Rodríguez, realizó unas extrañas señas que nadie entendió, y como creyeron que había cobrado gol, se formó un tumulto y allí fueron expulsados Labraga y Nasazzi, ambos jugadores de Nacional; el resto del encuentro fue suspendido, porque ya no había luz natural para seguir con su disputa.
Lo más interesante de este hecho histórico, que lo llevó a ser conocido como “el Clásico de los Nueve contra Once”, es que el partido continuó casi tres meses después, el 25 de agosto, en el que Nacional debió jugar con 9 futbolistas durante los 84 minutos que faltaban.
Para ese partido, el equipo albo se concentró en el Hotel Bristol en Carrasco, y allí, el técnico húngaro Américo Szigetti (Ondino Viera había dejado la dirección técnica del equipo mayor para poder dirigir las divisiones juveniles, en busca de nuevos valores) diagramó una estrategia especialmente pensada para minimizar la diferencia de hombres, mostrándole a sus futbolistas como tenían que plantarse en la cancha utilizando muñequitos de plomo, pormenorizadamente, jugada por jugada de acuerdo a la zona de la cancha donde fuera el balón.
El partido se jugó a puertas cerradas, con un público aproximado de 300 personas dentro del Estadio, pero fuera había una multitud a la espera del resultado del encuentro, pues si había un ganador se convertiría en el campeón; Nacional dominó táctica y anímicamente el partido, incluso tuvo las mejores opciones, pero finalizó el juego con un “hazañoso” 0 a 0.
El comienzo del pico dejó entrever cual era la estrategia preparada: pases cortos, avanzar en bloque, tratar de tener la pelota el mayor tiempo posible, si en el avance no había una jugada clara para seguir el ataque se debía comenzar de nuevo la jugada desde atrás; a medida que avanzaba el partido la desesperación de los aurinegros por la pelota era cada vez más evidente.
La superioridad de Nacional fue clara, incluso estuvo cerca de convertir un gol cuando un remate de treinta y cinco metros de Andreolo pegó de lleno en el travesaño; el empate significó para Nacional uno los encuentros clásicos más recordados por el coraje y la entrega que pusieron sus jugadores, y este resultado no hizo más que demorar la definición del campeonato, esta vez serían once contra once.
El 2 de setiembre de 1934 se jugó la segunda final, que también terminó empatada, lo que llevó a un tercer juego, en la definición de campeonato más larga de la historia del fútbol uruguayo; el torneo se definió el 18 de noviembre: esa tarde, Peñarol vencía 2 a 1 al finalizar el primer tiempo y todo permitía suponer que sería el campeón, pero en la segunda parte aparecieron tres goles del «Manco» Castro para lograr la remontada 3 – 2 y una inolvidable vuelta olímpica tricolor.
“El Manco” Castro había prometido al doctor Atilio Narancio, presidente del club, que esa tarde convertiría 3 goles; nadie imaginaba que la promesa serviría para “dar vuelta” el partido y lograr una victoria 3 a 2, con la que Nacional se coronaría campeón uruguayo de 1933.
DETALLES:
Primera final del Campeonato Uruguayo.
Pico de 84 minutos.
Nacional: Eduardo García, Ulises Chifflet y Cabrera, Arsenio Fernández, Andreolo y Marcelino Pérez, Francisco Aríspe, Ciocca y Enrique Fernández. DT: Américo Szigetti. Nota: José Nasazzi y «El Ruso» Labraga estaban suspendidos.
Peñarol: Tea, Lorenzo Fernández y Canavessi, Zunino, Gestido y Ricorde, Braulio Castro, Mata, Young, Anselmo y Arremón.
Arbitro: Domingo Lombardi.